¿Por qué el azúcar es tan adictivo? (SQ-6)
Si alguna vez has intentado disminuir un poco tu consumo de azúcar, entonces sabes lo increíblemente difícil que es quitarte ese dulce martirio. De hecho, eliminar el azúcar de la dieta puede causar síntomas de abstinencia en algunas personas como antojos intensos, dolores de cabeza, irritabilidad, sensación de depresión, entre otros. ¿Te recuerda a la adicción a drogas? Bueno, los científicos sugieren al respecto que el azúcar es incluso más adictivo que la cocaína [1]. ¡Así es! Ese delicioso trozo de pastel de chocolate o esas deleitables magdalenas cumplen el mismo papel que el crack. ¿Y qué es lo que hace tan adictivo al azúcar? ¿Por qué te hace perder el control tan a menudo? ¿Qué exactamente te hace desear más azúcar?
Adicción al azúcar: cómo nuestro cerebro responde al azúcar
Los científicos consideran que el misterio está en cómo nuestro cerebro responde al consumo de azúcar. Parece que el azúcar tiene un profundo efecto en el sistema de recompensas del cerebro, lo que hace que funcione como lo hacen las drogas estimulantes como la cocaína. Un estudio de 2013 sugiere que «… el azúcar y los dulces pueden constituir recompensas e inducir a la compulsión de modo comparable en magnitud a lo que provocan las drogas adictivas […] no solo puede ser sustituto de drogas adictivas como la cocaína, sino incluso ser más gratificante y adictivo» [2].
Las delicias azucaradas estimulan el sistema del placer en el cerebro, lo que también puede desencadenar los cambios tanto en el cerebro como en el comportamiento. Veremos cómo el azúcar manipula la química del cerebro y nos engaña para que queramos más pero primero entendamos cómo funciona el sistema de recompensas del cerebro.
La vía de recompensa contiene varias estructuras en el cerebro que incluyen el área tegmental ventral (VTA), el núcleo accumbens, el hipocampo y la amígdala. Cuando esta vía se activa por un estímulo reforzante, que puede ser una comida particularmente satisfactoria, una reunión con amigos, un encuentro sexual, obtener un ascenso en el trabajo o usar una droga psicoactiva; grandes cantidades de dopamina se liberan en el VTA, especialmente en la región del núcleo accumbens, que es un conjunto de neuronas bajo la corteza cerebral. De hecho, la liberación de este neurotransmisor en el núcleo accumbens se asocia tanto con el placer que los «…neurocientíficos se refieren a esa región como el centro de placer del cerebro». El hipocampo, responsable de consolidar los recuerdos, lo registra como un recuerdo feliz, y al mismo tiempo la amígdala establece una conexión entre los estímulos ambientales y el recuerdo, creando una respuesta condicionada a estímulos particulares.
La dopamina no solo contribuye al sentimiento de felicidad y placer, sino que también tiene un papel en el aprendizaje, la memoria y la motivación, es decir, estimula para ver la recompensa y motiva para trabajar duro para ganarla. En resumen, cuando nuestro cerebro se siente recompensado, lo almacena como un recuerdo placentero y quiere que se repita. «Según la teoría actual sobre adicción, la dopamina interactúa con otro neurotransmisor: el glutamato, para apoderarse del sistema de aprendizaje de recompensas del cerebro. Este sistema tiene un papel importante en mantenernos con vida porque relaciona las actividades que se necesitan para la supervivencia humana (como comer y tener sexo) con el placer y la recompensa» [3].
Lo que es interesante es que desde una perspectiva evolutiva, nuestros cerebros están programados para encontrar placenteras y satisfactorias ciertas cosas, como comer y el sexo. Estas actividades activan el circuito de recompensa en el cerebro para asegurarse de que estamos motivados para realizar y repetir ciertas conductas que son importantes para la supervivencia. El azúcar también estimula estos circuitos reforzantes de una forma similar. Lo que es diferente es que nuestro deseo de comer delicias azucaradas es una resaca evolutiva que nos han heredado nuestros antepasados en su búsqueda de la supervivencia y que han pasado a través de sus genes.
¿Eres un goloso? Échales la culpa a tus ancestros
Según Daniel Lieberman, un biólogo evolutivo en la Universidad de Harvard, «El azúcar es un antojo profundamente antiguo». Hace millones de años, nuestros antepasados cazadores-recolectores dependían de frutas ricas en azúcar como fuente de energía, grasa, vitamina C y otros micronutrientes que eran difíciles de obtener de otras fuentes animales. Sus cuerpos aprendieron a almacenar azúcar y convertirla en grasa. Todas estas estrategias de supervivencia fueron útiles con la constante escasez de comida y alimentos poco frecuentes, y los ayudó a reproducirse.
Resulta que nuestros antepasados desarrollaron un sentido del gusto que prefería el azúcar, las grasas y hasta la sal como parte de una importante estrategia adaptativa que cumpliera el papel de suministrar energía para la supervivencia y estimular el circuito de recompensas del cerebro al liberar dopamina, el químico cerebral que te hace sentir bien. Este bucle de retroalimentación ayudó a nuestros ancestros cazadores-recolectores a desear el azúcar y sobrevivir mejor. Y en ese proceso los humanos nos entrenamos para identificar el azúcar como una fuente de energía importante y ansiar comerla.
Muchos científicos sugieren que nacemos con preferencias por lo dulce y que nuestra afinidad por alimentos azucarados empieza desde que nacemos. Un estudio de la Universidad de Washington encontró que los bebés y niños tienen una preferencia mayor por los alimentos y bebidas dulces en comparación con los adultos, y que esta preferencia no es «…solamente una producto de la tecnología y publicidad moderna sino que refleja su biología básica» [4].
Azúcar y neuroquímica
Así que estamos genéticamente programados para tener una afinidad especial por todas las cosas dulces. Y para colmo, el atiborrarse regularmente de alimentos azucarados parece inundar al núcleo accumbens con dopamina [5], el neurotransmisor que controla el sistema de recompensas y placer del cerebro, dándonos un subidón instantáneo. Este cambio bioquímico explica nuestra tendencia de preferir dulces cuando queremos celebrar o cuando nos sentimos algo tristes y queremos comida que nos haga sentir bien. ¿Pero qué pasa si empezamos a tener atracones frecuentes de estos dulces?
Los receptores de dopamina en el cerebro empiezan a inhibirse, lo que significa que tu cerebro desarrolla un tipo de tolerancia ante el efecto del azúcar. Habrá una reducción en receptores de dopamina, desensibilizando al cerebro ante el azúcar y diluyendo el efecto placentero. En esta situación, el placer que sientes puede estar algo atenuado pero el recuerdo y el deseo de recrear ese efecto placentero siguen allí. El resultado es que ansías más el azúcar para poder experimentar el mismo nivel de gratificación o placer. Estás atrapado en un ciclo adictivo que te lleva a tener antojos insaciables de azúcar y pierdes el control sobre tu consumo. En otras palabras, siempre estás buscando un subidón, algo común en cualquier drogodependencia.
Puede que hayamos mantenido este profundo deseo de azúcar desde la Edad de Piedra cuando los alimentos eran limitados, sin embargo, con el fácil acceso a los dulces que existe hoy en día, el consumo excesivo se está convirtiendo rápidamente en un problema de salud. Lieberman explica con más detalles [6]: «Para simplificarlo, los humanos evolucionaron para ansiar el azúcar, almacenarlo y usarlo. Durante millones de años, nuestros antojos y sistemas digestivos estaban exquisitamente equilibrados porque el azúcar era algo poco común. Fuera de la miel, la mayoría de los alimentos que consumían los cazadores-recolectores no eran más dulces que una zanahoria. Con la innovación de la agricultura los alimentos almidonados se hicieron más abundantes pero no fue hasta hace poco que la tecnología hizo que existiera abundancia de azúcar pura».
Hay mucho azúcar disponible hoy en día, escondida en alimentos procesados que comemos diariamente. Estos azúcares ocultos son escurridizos y antes de darte cuenta, el deseo por lo dulce se apodera de la química de tu cerebro, ¡y ya estás enganchado! La evidencia científica demuestra que la adicción a los dulces es real y que de hecho es muy peligrosa. El consumo excesivo de azúcar es uno de los factores principales detrás de la epidemia de obesidad y también está relacionada con la inflamación crónica, diabetes, resistencia a la insulina, hipertensión, envejecimiento prematuro de la piele incluso depresión.
¿Estás listo para dar los pasos necesarios para salir de este ciclo vicioso de adicción al azúcar? Empieza reduciendo los azúcares añadidos y endulzantes artificiales de su dieta y adoptando un estilo de vida físicamente activo. Está más que claro que no evolucionamos para comer alimentos que proporcionaran mucha energía y luego permanecer sentados la mayor parte de nuestras horas de vigilia.
Referencias:
- Lenoir M, Serre F, Cantin L, Ahmed SH. Intense sweetness surpasses cocaine reward. PLoS One. 2007
- Ahmed SH, Guillem K, Vandaele Y. Sugar addiction: pushing the drug-sugar analogy to the limit. Current opinion in clinical nutrition and metabolic Care. 2013 Jul;16(4):434-9. doi: 10.1097/MCO.0b013e328361c8b8.
- Understanding Addiction. How Addiction Hijacks the Brain. Helpguide.org. Harvard
- Ventura, Alison K; Mennella, Julie A. Innate and learned preferences for sweet taste during childhood. Current Opinion in Clinical Nutrition & Metabolic Care. July 2011 - Volume 14 - Issue 4 - p 379–384
- Rada P, Avena NM, Hoebel BG. Daily bingeing on sugar repeatedly releases dopamine in the accumbens shell. Neuroscience. 2005;134(3):737-44.
- Daniel E. Lieberman. Evolution’s Sweet Tooth. The New York Times. 2012.
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